Los caprichos del urbanismo no han podido arrebatar a ciertos territorios sus más preciados tesoros: una arquitectura capaz de hablarle a la tierra y volverla más eterna. Aprendamos de estos 10 arquitectos que cambiaron su entorno para siempre.
César Manrique viajaba como copiloto en un coche por el sur de la isla de Tenerife junto a su amigo, el constructor Luís Díaz de Losada. En algún momento, el artista pidió a Luís detener el coche junto a una cantera donde no había nada. “Él se bajaba, miraba a su alrededor y nos decía que aquel paisaje rodeado por lava era de una belleza espectacular. Yo había pasado por allí más de 500 veces y jamás me había fijado. Desde que hizo aquel comentario nos dimos cuenta de que aquel sitio era precioso”, relataba Luis hablando de su amistad con Manrique.
Luis Barragán
México es un país lleno de tradición, luz y color; y Luis Barragán (1902-1988) fue el gran artista que supo redirigir todos estos elementos hacia el futuro. El pionero de la arquitectura emocional se inspiró en los entornos volcánicos, las haciendas, los colores de los mercados y la espiritualidad de los cielos mexicanos para adaptar el territorio a su creación: desde la Casa Estudio Luis Barragán, su gran icono; hasta los rojos y azules de Casa Gilardi, en la colonia San Miguel Chapultepec, la obra de Barragán se abraza a la luz y el color como lo han conseguido pocos arquitectos.
Roberto Burle Marx
El arquitecto brasileño supo integrar a través de la arquitectura los dos principales conceptos de su país natal: la naturaleza exuberante y la percepción de la vida colectiva. Sus viajes e investigaciones de las especies vegetales, las zonas verdes y los espacios abiertos le llevó a idear algunos de los grandes iconos del paisaje urbano de Río de Janeiro: el Parque Flamengo y los Jardines del Museo de Arte Moderno (1954) o el Paseo de Copacabana (1970), cuyo diseño a base de teselas inspiró otros paseos similares en ciudades como Lisboa o Alicante. Escenarios desde los que percibir los matices de las culturas carioca y paulista, sus colores, ritmos y pasión por la vida.
Frank Lloyd Wright
Considerado como uno de los grandes artistas del siglo XX, el estadounidense Frank Lloyd Wright (1867-1959) promovía la llamada arquitectura orgánica. Esta tipología se basa en diseños acoplados a su entorno, como perfecto preámbulo de la construcción bioclimática y las casas pasivas tan en boga estos días. La obra de Lloyd Wright aúna influencias orientales y occidentales a través de diseños respetuosos con la naturaleza, como bien confirman sus 8 obras reconocidas por la Unesco y entre las que destaca su famosa Casa de la Cascada, en Pensilvania.
Jacques Couëlle
El francés Jacques Couëlle (1902-1996) fue conocido como el “bioarquitecto troglodita” gracias a sus construcciones, inspiradas en las cavernas que rodeaban su propiedad. La filosofía del arquitecto consistía en concebir construcciones donde apenas se percibiese la intervención humana, con ejemplos como el Hotel Cala di Volpe, en Cerdeña, cuya paleta cromática es una extensión del propio escenario; o Villa Goupil, en Chevreuse, con ínfulas de Los Picapiedra. Una arquitectura hogareña y singular, en la que los espacios suelen girar en torno a la chimenea, gran icono de su obra.
Francis Kéré
De Francia viajamos en tiempo y espacio al presente, a una pequeña aldea de Burkina Faso llamada Gando. En este lugar perdido del mundo, una antigua escuela, oscura y calurosa, es hoy un ejemplo de narrativa arquitectónica. Aquí empieza la historia de Francis Keré, arquitecto cuya obra combina la excelencia estética con el compromiso ético a través de materiales locales y técnicas tradicionales desde su estudio Keré Architecture, fundado en Alemania. Espacios para conectar a la gente gracias a elementos como sus techos tectónicos y muros textiles en escenarios marcados por la escasez de recursos.
George Nakashima
La pasión de la cultura japonesa por la madera encontró en George Nakashima (1905-1990) al mejor interlocutor entre naturaleza y arquitectura. Procedente de la casta de los samuráis pero nacido en Estados Unidos, Nakashima aprendió el oficio de carpintero en un campo de refugiados americano durante la Segunda Guerra Mundial. Convencido de que, al fabricar un mueble, se crea nueva vida para los árboles, este arquitecto se convirtió en padre del movimiento artesanal norteamericano, con iconos como la residencia Golconde para la comunidad espiritual del filósofo indio Sri Aurobindo.
César Manrique
Hablar de Lanzarote supone hacerlo de César Manrique (1919-1992), artista que convirtió la defensa de los valores medioambientales de Canarias en motor de una arquitectura eterna. La integración de la construcción en el entorno de las islas Afortunadas no se entiende sin el flujo de lava que late en los Jameos del Agua; el balcón natural que supone el Mirador del Río; o el Taro de Tahiche, casa del artista que aprovechó el espacio natural de cinco burbujas volcánicas. Un conversador de la naturaleza que supo transformar su identidad en lienzo de un futuro siempre fiel a sus orígenes.
Artículo de Alberto Piernas Medina para Architectural Digest